30 de noviembre de 2009

Obsesiones basiliscas

Miro tu fotografía y pienso si algún día habrá podremos ver el mar, el encendido mar de los minutos, el mar enciende tu ventana; miro tu fotografía y pienso en lo que podríamos haber construido juntos, en lo que habríamos hecho algún día juntos. Una metáfora inabarcable impregna mis palabras al mirar tus ojos, tus ojos fijos en la blanca hoja carcomida por los míos. Tu fotografía es un templo profanado por mis desvelos. Toda tú un misterio que me ha sido prohibido comprender.

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Miro tu fotografía y pienso
si habremos de mirar el mar,
el encendido mar de los minutos
que pasan cuando de lejos te miro;
miro tu fotografía y pienso
en lo que habremos de construir juntos,
frente a las mesuradas islas.

Una metáfora impregna mis palabras
al mirar tus ojos, tus ojos fijos
en la hoja carcomida por los míos.

Tu fotografía es un templo.
Toda tú un misterio
que se me ha prohibido comprender.

Érase una vez

Es una lástima no escribir ya con soltura,
venir desde tan lejos
y no encontrar las cosas en su lugar debido.
Es tan penoso remontar desconocidos muros
y no tener idea de lo lejano.

No es lo mismo escribir en una página.
La sensación de vacío no desaparece.
Hay fragmentos de olvido
en las escaleras de una iglesia.

En el desastre siempre los mismos actos,
las mismas palabras enloquecidas,
el fondo de todas las botellas.

28 de noviembre de 2009

27



Siempre he pensado en la fascinación que algunas cifras pueden ejercer sobre nosotros. Se dice que este tiempo es una época de desencanto, de renuncia. Todos buscamos una legitimación de nuestros actos a través de algún rito: una cena de despedida, una ceremonia de fin de cursos, una entrega de premios al final de la competencia.
El 27 es quizá una de esas épocas, una legitimación. Esta cifra hace referencia a una serie de hechos que parecen sorprendentes: fue la edad en la que Kurt Cobain, Jimi Hendrix y Jim Morrison murieron. El 27 es el nombre de una conocida generación. Pero, sobre todo, el 27 es el  número que recordaré bastante durante un año. Pinta bien. Ya lo creo.

19 de noviembre de 2009

Recuento

Uno

Ha pasado un año desde que llegué a esta ciudad. Mirando bien las cosas, nada es distinto. La primera impresión que tuve al volver fue desolada: el lugar me recibía con sus brazos más violentos, con una economía a la baja, con una decadencia ineludible. Pero en realidad, nada es distinto. Nada cambia en esta tierra yerma.

Dos

La historia de mi partida se puede resumir como la construcción de un sueño y su fracaso, el prometedor inicio de una actitud y su posterior negación tajante, en la misma negación de todo lo que me rodea y su lenta asimilación como una derrota silenciosa. Ahora me encuentro en un  Tiempo nublado, cansado de esperar las peras del olmo. Mi lucha es una insensatez, mi resignación, también.

Tres

Es media noche y aunque suene a tópico no puedo dormir. Hace un año que volví de Madrid y aún recuerdo la ciudad constantemente: sus calles, sus plazas, sus noches en vela, junto a ella o sin ella, son aún vívidas en mis ojos. Toda ella es presencia, una escritura manchada de fresca tinta. La huelo en mi almohada. La siento en las borrosas líneas de mi mano izquierda. La sueño como un pájaro inmóvil en la cornisa de una habitación abandonada.

Cuatro

Volví con el deseo de renuncia a todo aquello que tanto costó edificar en los párpados, pero no pude. Una sensación de fracaso impregna el polvo de la calles. El peso de lo que me rodea es más fuerte que mi mirada. Pierdo el rumbo y trato de reconstruirlo con las ruinas de este valle. Sin embargo, la media noche anuncia que todo está perdido. Qué elegir entonces si no hay quién escuche. Qué elegir si los pájaros rumiantes han emigrados a otras ramas, qué elegir, si permanezco inmóvil sobre la alameda.

Cinco

Es media noche. Estuve con un par de amigos recordando viejas anécdotas de España, recordando viejos tópico de España. Pero, qué de aquello que deseé al volver. Qué de todo lo vivido. Qué de la húmeda escritura al abordar un avión en Barajas. España es una alucinación de mis manos y de todos mis sentidos.

Seis

LF me dice que constantemente me azoto al ser un obsesivo con mi pasado. Quizá tenga razón, quizá. Pero no hay cambio. No lo puede haber nunca. Pierdo noción de mis acciones conforme pasa el tiempo, pierdo solidez conforme rozan los segundos las huellas de mis dedos. Miro hacia la ventana y pienso en la meseta castellana, en el baldío que hubo detrás de los muros de la casa y que ahora es una edificación en ruinas. Miro metros más delante y veo una calle vacía, unas farolas, unas bancas, unos chopos y la calle de puentedeume reaparece, pero luego, pasados los segundos, al observar mejor las formas del cristal, todo se transfigura en perros hambrientos, en un par de ojos iracundos, en la sombra de un cadáver de domingo. Miro entonces a lo lejos, no hay nubes qué perseguir, no hay idilio. Sólo oscuridad y alaridos de media noche. Sí, sólo media noche.

Hace un año que volví. Hace un año.

12 de noviembre de 2009

Sobre la influencia




Poseo la suficiente valentía y juicio para liberarme de otros maestros y críticos y seguir mi propio camino con la tranquilidad espiritual que se requiere para tal empresa, pero respecto de usted mi dependencia es insuperable; y puesto que sé el profundo efecto que cualquier palabra de usted puede tener en mí, a veces me esfuerzo por sacarlo de mi mente para no ser vencido por la ansiedad, tal preocupación es la muerte del arte, y comprendo perfectamente bien por qué es más difícil darle expresión adecuada a la naturaleza cuando el artista se encuentra rodeado por obras maestras, que cuando se encuentra virtualmente solo en el mundo. Se encuentra demasiado involucrado con la naturaleza, demasiado conectado con ella, como para considerar la necesidad de rebelarse contra su autoridad o de someterse a ella. Pero esta terrible alternativa es casi inevitable cuando el artista joven está expuesto al genio maduro de un maestro, el cual es más fuerte y comprensible que la naturaleza, y por lo tanto más capaz de esclavizarlo. No es ya el caso de un niño que juega con otro niño -el primitivo equilibrio alcanzado por el artista primerizo con su mundo ya no impera. El niño ahora tiene tratos con hombres con quienes probablemente jamás tendrá la suficiente familiaridad como para olvidar su superioridad. Y si siente tal superioridad debe hacerse rebelde o servil. ¿Pero debe ser así?
(Hölderlin dirigiéndose a Schiller)