23 de marzo de 2010

Aquí me confieso

En el fondo soy un poeta provinciano, alejado de toda pretensión cosmopolita. Un poeta que no busca nuevos giros a su nombre de calendario ciego. En el fondo no busco sembrar nueva planta ni gritar consignas al crepúsculo. Todo lo que pienso, mi moral enloquecida, mi dolor unánime, es sólo el mal aliento de un amanecer que odio.
Sé que debí ser otro tipo de bosque poblado de ríos y árboles y ardillas y cuanto animal hay en el mundo. ¿Pero qué otra cosa puedo ser, sino lo que soy, en estos tiempos sin mitologías? Las iglesias, el rincón inmaculado, los prostíbulos, el nuevo congreso de pediatría, las oraciones todas están más solitarias que los ojos de un gato en las aceras, una verdad difícil de sostener frente tanta sangre enrarecida.

20 de marzo de 2010

Hablando de los días de feria

Hace un par de días visité la nueva edición de la feria de Irapuato, llamada "Expofresas 2010", en la que, contrario a lo que dice el nombre, lo que más abundan son los tacos al pastor, los perritos calientes, las habas enchiladas, los cacahuates salados y, claro, la cerveza, siempre presente en este tipo de eventos. Había decidido visitar el sitio después de un arduo día tirado en el sofá debido a un fuerte dolor de cabeza, me apetecía, pues, perder un poco de tiempo entre personas que harían todo lo posible por arrancarme unos billetes de mi desgastada cartera y, ¿por que no?, beber algunas chelas con los amigos.

Pero al llegar comencé a sentirme incómodo, primeramente, no había señalamientos claros de dónde podía aparcar el coche, ni siquiera las tarifas por tal servicio. Luego, el lugar estaba polvoriento y desorganizado, ¿a dónde ir primero y, sobre todo, dónde quedaban las cosas que queríamos ver? Ah, en cambio, qué buenos recuerdos poseo de las ediciones de mi niñez, incluso de mi adolescencia, en donde podía encontrar inmediatamente las novedades que aún no llegaban a Irapuato o mirar las emergentes estrellas del lugar hacer sus pininos en el Teatro del Pueblo; recuerdo, por ejemplo, que en una feria compré mi primera chamarra de cuero, cuando éstas estaban de moda, o haberme ilusionado con un batimóvil eléctrico para deslizarme por las polvosas calles de mi colonia, o también haber deseado un telefonillo de circuito cerrado para sentirme importante. También recuerdo haberme extraviado en una de aquellas ediciones de la feria a la edad de cuatro años y pasármela muy bien; recuerdo haber ido con la familia en el autobús de mi tío y al llegar, pues, a la feria y adquirir los boletos a tarifa normal, cosa mala para mí pues yo quería ir inmediatamente a los juegos, lo que representaba un costo especial por aquella época. Luego de entrar fuimos a mirar las novedades en ropa. Yo estaba muy fastidiado aquella noche, dicen siempre mis padres, porque quería ir los juegos, así que anduve dando vueltas por entre sus piernas, suplicando cumplieran mis caprichos, cuando de pronto miré al payasito de Ricolino y, cómo no, fui a saludarlo. Después de cumplido mi capricho, miré hacia atrás y no vi a nadie. No encontré a mi familia en el puesto de ropa, por lo que supuse habían ido a los juegos mecánicos, vaya, ¡todo mundo quiere ir a los juegos mecánicos! Fui, pues, a los juegos y no los encontré, merodeé entre los caballitos, la rueda de la fortuna, los carros chocones, los puestos de dulces y nada. Debí tener una cara de aflicción, creo, por no encontrarlos, como todo niño, o no, cuando un par de chicas me encontraron caminado entre los juegos. Ellas fueron las que cumplieron mi sueño. Aquella noche pude subir a la rueda de la fortuna, a los caballitos, al trenecito, a los avioncitos, entrar a la casa de los espejos, a la función de circo y no sé a dónde más, luego las chicas me compraron pistaches y un algodón de azúcar. En verdad estaba muy contento, ni siquiera me acordaba de mis familiares. Pero toda felicidad acaba: recuerdo a una de mis tías llorar cuando me encontró bajando de los caballitos. En aquél momento no supe bien porque lloraba mi tía, pero me alegré de verla y, claro, le presenté a mis nuevas amigas, al menos eso dice mi tía.  

Al volver a mis recuerdos de infancia y compararlos con los de hace dos días puedo ver, por ejemplo, que en Expofresas 2010 no hay muchos niños, ni payasito ricolino ni circo ni señalamientos o un orden evidente de por dónde se debe o puede ir. Todo es caos en el nuevo recinto ferial. Tampoco, y no lo digo como una exaltación de mi niñez, hay las novedades de antaño. Se han esfumado la feria las grandes estrellas del palenque y los artistas del pueblo no figuran más en el, ajá, Teatro del Pueblo. En todo caso, no hay estampas entrañables en la actual edición de la feria de Irapuato. Ahora las novedades en ropa han sido suplantadas por las novedades del calzado por catálogo, los nuevos modelos de autos se encuentran en los grandes centros comerciales, y la tecnología, la verdad es la verdad, en casi todas la esquinas de mi barrio. Los productos, pues, que se pueden ver en la feria Expofresas son los mismos que se encuentran en la plaza del comercio popular: baratijas. Además, los costos por estacionamiento, por entrada al recinto ferial, e incluso por el acceso a los servicios sanitarios, que deberían ser gratuitos, son bastante elevados. ¿Para qué entonces asistir a la feria? Buena pregunta. Muy buena pregunta. 

Todo lo anterior me lleva a plantear varias hipótesis del Porqué la decadencia de "Expofresas": la primera pudiera ser la recesión económica; la segunda, la deficiente organización del comité; la tercera, la lejanía del nuevo recinto ferial con respecto a la ciudad; y cabe una cuarta, el desprecio del gobierno por este tipo de eventos. Una cosa más, la descarada actitud populista del gobierno actual, o de siempre dirían otros, en lugar de utilizar el espacio para concretar oportunidades de negocio, o para un esparcimiento ordenado, decide traer bandas que de manera  previsible desbordarán la logística del lugar. ¡Ah!, pero claro, 40 mil personas de a $40 pesos para un sólo día, no suena nada mal. 

En fin, sólo digo lo que veo. Para los que gusten, las evidencias estarán hasta el 22 de Marzo, luego habremos de esperar un año, porque, seguro, las cosas seguirán igual, o peor, como me lo dice mi aterrada conciencia. 

Desgracia. Sólo desgracia

Como una paloma en su madriguera de junio
o como una rata herida al borde del jardín
o como las calurosas tardes de verano,
un doloroso aroma se introduce
a mi habitación lacerada.

Ah, lo que mi corazón no puede ocultar.
en el callado hueco de las manos,
en esta quebrada hoja
de rígido invierno.

Todo se vuelve amarillo.
No hay escape hacia los parques.
No hay descanso
en el fúnebre silencio de las horas
de esta noche cóncava.

Todo lo que se oculta
en el ateridos color de los ojos
es sólo desgracia.

18 de marzo de 2010

Hay de mujeres a mujeres...

Durante el periodo de mi vida en que más desgraciado fui, vi a menudo -por razones difícilmente justificables y sin asomo de atracción sexual- a una mujer que sólo me atrajo por un aspecto absurdo: como si mi suerte exigiese que un ave de mal agüero me acompañara en tal circunstancia.

Georges Bataille, El azul del cielo, Tusquets, México, 2009

14 de marzo de 2010

nueva huida hacia delante, de Francisco Cenamor

adulto aún joven
treinta y tantos años
busca proyecto ilusionante
para volver a empezar de nuevo
abstenerse los de siempre

Francisco Cenamor, Asamblea de palabras, Vitrubio, Madrid,2007