11 de febrero de 2012

Alucinación, de José Hierro

Me acuerdo de los árboles de Dublin.

    (Imaginar y recordar 
se superponen y confunden;
pueblan, entrelazados, un instante
vacío con idéntica emoción.
Imaginar y recordar... )

    Me acuerdo de los árboles de Dublin...
Alguien los vive y los recuerdo yo.
De los árboles caen hojas doradas
sobre el asfalto de Madrid.
Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,
acarician mis manos,
quisieran exprimirme el corazón.
No sé si lo consiguen...

    Imaginar y recordar...
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro, 
si en lo posible... Y lo acaricio, lo hago, 
presente, ardiente, con la poesía.

    No sé si lo recuerdo o lo imagino. 
(Imaginar y recordar me llenan
el instante vacío.)
Me asomo a la ventana.
Fuera no es Dublin lo que veo,
sino Madrid. Y, dentro, un hombre
sin nostalgia, sin vino, sin acción, 
golpeando la puerta. 
                                  Es un espectro
que persigue a otro espectro del pasado;
el espectro del viento, de la mar, 
del fuego, -ya sabéis de qué hablo-, espectro
que pueda hacer que cante, hacer que vibre
tu corazón, para sentirse vivo. 

José Hierro, Libro de las alucinaciones, 2000, Madrid, Cátedra.