15 de febrero de 2008

Poética en ciernes

A veces me pregunto si vale la pena continuar machacandose los ojos, los dedos, los labios. Si destruir un mundo para crear otro vale la pena. Mi duda persiste pues no encuentro un concepto válido, una emoción válida en esta realidad imperante donde lo banal se multiplica por cientos y en donde la intertextualidad se mezcla con la confusión, pero a la vez, estos tiempo son tiempos muy interesantes porque son tiempos en donde el mundo cambia y no sabemos la dirección que tomará, los modelos cambian con rapidez fascinante pero no se establecen vencedores. Estos tiempos son buenos tiempos para la sabiduría, para la reflexión, para la poesía intensa, atemporal, lúdica. Preguntará alguien si éstos son buenos tiempos, para qué machacarse los dedos, diré entonces: por que este clima lo propicia, el aturdimiento de los sentidos, la mala poesía que siempre ha existido.

La gran cultura de la humanidad ahora es la pobre cultura burguesa democrática, que si bien hace crecer naciones, es la que nos sume en la mayor ignorancia. ¿Existe otro método, otra forma de organización? Creo que la hay, tengo una percepción de que existe.

La poesía es el medio por el cuál busco.

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