1 de septiembre de 2007

Poesía hasta en el sueño














Duermo y pienso en un verso, en una imagen. Sigo buscando imágenes. No las mismas imágenes de siempre: un perro come en la mesa, un grupo de perros juegan al billar, un gato duerme, un hombre lee el último lenguaje de programación, un lenguaje de moda que pronto ha de morir.

Duermo y aparentemente estoy descansando. Sueño con la última supercomputadora, con los nuevos métodos de programación, con la nueva sociedad, el nuevo orden, con el pasado informe presidencial, con un par de frustraciones, con ella que vuelve con fuerza.

Duermo y de súbito la veo en el espejo. Me obsequia una imagen: al más osado. No soy el único a la mesa. No fui el único en el convite. Desataremos una guerra por la imagen. ¿Quién será nuestro juez? ¿Qué ofreceré para poseer la imagen, la única y vencedora imagen?

Duermo. Mis párpados se mueven con rapidez. Sueño y sin embargo me veo a mí mismo con los ojos cerrados queriendo forzar mi cerebro para descubrir las imágenes, el resultado de destrozarlo todo para comenzar de nuevo: tentación adánica.

Duermo. He repetido el mismo proceso toda mi vida. Ella es mi sueño. La beso, le acaricio los hombros, los pezones. Recorro los tirantes de su blusa y avanzo al abismo de su cuello.

Duermo. Sé que lo hago porque cuando abro mis ojos una sábana me envuelve, Una sábana a veces fría, a veces cálida, a veces distinta de la otra que tuve ayer frente a mí cuando cerré los ojos.

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