10 de octubre de 2009

Salmo XVII, de Quevedo

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos, los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo, Poesía varia , Cátedra, Madrid, 2005

4 comentarios:

LSz. dijo...

Esto es el ars literaria: la unión del significado con los sentidos (sentimientos)

Saludos.

José Antonio dijo...

Sí, querido LSz, pero cómo cuesta trabajo compremderlo.

Joaquín dijo...

La grandeza y genio de Quevedo nos hace temblar, produce emoción y escalofríos. De él son algunos de los mejores sonetos en nuestra lengua.
Aquí, la muerte como metáfora, el tiempo destructivo, tambíén como metáfora y como aunténtica realidad que invita a la reflexión.
Cuanto de lo que canta valé para entonar el miserere de nuestra propia época.
Gracias por traernos esta lectura.

Anónimo dijo...

necesidad de comprobar:)