18 de enero de 2010

Paren las máquinas, señores

4
Es momento de prestar la atención debida,
señores, acallar los sonoros teléfonos móviles,
guardar los viejos maderos de los muelles,
quemar las cartas no enviadas, los borradores
somnolientos que esperan en los escritorios.

Es momento, señores, de borrar los dibujos
de las ventanas de los salones y el polvo
torpe que cubre los parabrisas de los coches
donde insistentemente su nombre escrito está.

No es necesaria tanta cosa, señores.
Aquí, solo, cansado, con mis pensamientos,
me es suficiente para entristecerme,
señores, una vez más, sin atavíos.

3
Es momento de prestar la atención debida,
señores, acallar los teléfonos móviles,
guardar los viejos maderos de los muelles,
quemar las cartas no enviadas, los borradores
somnolientos que esperan en los escritorios.

Es momento, señores, de quitar los dibujos
de las ventanas de los salones y el polvo
torpe que cubre los parabrisas de los coches
donde insistentemente su nombre escrito está.

No es necesaria tanta cosa, señores.
Aquí, solo, cansado, con mis pensamientos,
me es suficiente para entristecerme,
señores, una vez más, sin atavíos.

2
Es momento de prestar la atención debida,
señores, silenciar los teléfonos móviles,
guardar los viejos maderos de los puertos,
quemar las cartas no enviadas, los borradores
que somnolientos esperan en los escritorios.

Es momento, señores, de limpiar los dibujos
en las ventanas del salón, el polvo
que cubre profuso los coches y los muros
donde insistente su nombre escrito está.

No es necesaria tanta cosa, señores.
Aquí, solo, con mis pensamientos,
me es suficiente para entristecerme,
señores, una vez más, sin oropeles.


1
Es momento de poner la atención debida,
señores, apagar los teléfonos celulares,
esconder los viejos cuadernos del año,
quemar las cartas no enviadas, los correos
y los poemas que aún nos restan en el escritorio.

Es momento, señores, de limpiar
los dibujos aún no finalizados
en las ventanas del salón y el polvo
que cubre profuso los coches
donde insistente su nombre está.

No son necesarias tantas cosas, señores,
aquí, solo, con mis pensamientos
me es suficiente para ponerme triste,
señores, una vez más, sin oropeles.

Irapuato, 2 de Enero 2010

2 comentarios:

LSz. dijo...

Sin fanfarrias, esa fragilidad es una estancia.

Joaquín dijo...

Sí, señor, la tristeza es una isla en la que se goza y se pena. El solitario es un ser a quien le está vedada la felicidad: el solitario no se enamora.