27 de enero de 2010

Coincidencias


Salí aquella tarde a caminar un poco por las calles, a perderme entre el murmullo cotidiano de la multitud que va de compras, de ocio, de voluta por el mundo. Después de bajar por la calle Mayor hacia la de Segovia, miré con sorpresa un objeto brillante sobre los escalones del viaducto. Me aproximé y comprendí que aquello era una especie de bolígrafo antiguo que, sin embargo, por el tipo de material que lo recubría, bien podía ser de manufactura reciente.

No comprendiendo este hecho, guardé el bolígrafo y caminé hacia la calle del Alamillo para encontrarme con Bea. Al llegar, le mostré el bolígrafo y le detallé mi extrañeza al encontrarlo. Pero Bea, poco dada a este tipo de sucesos, desdeñó mi charla y desvió la conversación hacia otros derroteros más académicos.

Cuando terminamos la cena, molesto aún por el desdén de Bea, me despedí lo más pronto que pude y caminé de prisa, dando tumbos por las calles sin atender la lluvia que comenzaba a arreciar. Todo mi mundo era la procedencia de aquel bolígrafo. Al llegar a Principe Pío, no cogí el metro, abordé el primer autobús que miré a San José de Valderas.

En la comodidad del salón, mientras la lluvia golpeaba con insistencia las ventanas y los chopos de la calle, examiné el objeto de mi desesperación con mucha cautela. En un momento dado, imprevisible como la ausencia de luz eléctrica durante una borrasca, creí sentir unas huellas sobre el bolígrafo que me parecieron familiares. En ese instante sospeché lo inevitable, las huellas que percibía eran las mías y, aún más sorprendente, el bolígrafo había sido de mi propiedad en un tiempo que aún no recuerdo.La única certeza que poseo, si acaso puedo tener alguna, es el golpeteo de la lluvia en las ventanas mientras escribo este relato. Intuyo que me encuentro a unos pasos de resolver el dilema.

1 comentario:

Joaquin dijo...

A veces te ocurree lo mismo con una persona; alguien a quien hace mucho que no has visto, alguien con quien compartiste momentos. Pero, como decía Kundera, esos seres pudieron significar mucho para tí, y tú no dejar en ellos ningún rastro.
Los miras,les das la vuelta, como tú a aquel bolígrafo, pero el bolígrafo es un ser inanimado, no va a decirte nada.
Y te separas de la persona con una frustración, con tristeza; pues siempre creiste que si un día te encontrabas con ella, volvería a saltar la chispa.

Un saludo