En Baudelio Camarillo hay siempre una emoción de clara hondura, emoción que tensa nuestros sentidos y nos invita a leer sus poemas en voz alta. Una emoción, es necesario decirlo, no enmascarada por la oscuridad de intelecciones innecesarias o del pesimismo redentor, heroico, muy a la moda de los días.
En La Noche es el Mar que no separa, obra premiada con el Efraín Huerta del 2004, la sensibilidad felizmente desarrollada en el libro En memoria del Reino persiste. En esta obra leemos:
En La Noche es el Mar que no separa, obra premiada con el Efraín Huerta del 2004, la sensibilidad felizmente desarrollada en el libro En memoria del Reino persiste. En esta obra leemos:
“Ya no dormiré a oscuras esta noche:
cuando un instante brilla es
para siempre”
Lo perdurable en la obra de Baudelio Camarillo, desde Espejos que se apagan (1989) hasta La Noche es el mar que nos separa (2004), es esta luz, el instante poético que, una vez encontrado, brilla por siempre. En los poemas de La noche..., aparte de las referencias autobiográficas descritas en el texto, leemos a manera de declaración de principios:
“Para ascender por la espiral interna de la torre
la claridad total es necesaria.”
Esta poética "clara y sencilla", a la que hace referencia Jorge Olmos en el prólogo a una entrevista al autor, es el eje principal de la obra de Camarillo. Toda su poesía reclama la claridad necesaria para alcanzar el decir del hecho poético. Aunque esta sencillez es engañosa, pues a más claridad, mayor tensión verbal podemos encontrar en los versos.
Uno de los temas de Baudelio Camarillo es la memoria, como bien dice el título de su libro más conocido. En la antología La Tentación de Orfeo (La Rana, 1997), Eugenio Mancera dice al respecto: “hay [en la obra de Camarillo] un permanente acto de recuperación sensible de la [...] infancia”, lo cual se comprueba en el poema Sueño sobre sueño incluido en La Noche...:
“Cuando yo era niño había una casa en ruinas
en un solar cercano a nuestra casa.
Mi madre conoció a sus moradores, mas yo nada recuerdo
sino paredes viejas
que sólo en mi memoria permanecen de pie”
La recuperación de la infancia se circunscribe dentro de la tradición que ve en ella el feliz retorno al paraíso perdido: la edad de oro. Esa edad dorada es representada en Camarillo por los recuerdos del río familiar. Pero también es posible encontrar otro cauce de ese tempo dorado en la obra de Camarillo. La evocación del acto amoroso es definido como un remanso, una fortaleza y una búsqueda de luminosidad, al igual que la evocación infantil. En los poemas de Arpegios incluidos en el libro En memoria del Reino y de alguna manera prolongados en La noche es el mar que nos separa el poeta, usando recursos de gran expresividad, de delicado lirismo, dice:
“Ebrio de tanta luz, a ciegas casi,
avanzo hacia tu cuerpo.
Un mediodía de espejos te refleja desnuda.
Soy la sombra del árbol donde tus aguas pasan.
Soy la oscura presencia que te habita un momento,
sólo breve momento”
¿Ebrio de luz? Sí, ebrio del hecho poético que supone para el poeta el encuentro amoroso. Ebrio, además, de la claridad que busca sin descanso en la vida y en sus versos. Esta embriaguez no lo hace tambalear en su decisión por ir hacia adelante, al contrario, usando esta embriaguez decide seguir, acaso con mayor seguridad, hacía el cuerpo deseado de la amada, hacía la plenitud del medio día que refleja ese cuerpo, único ser que puede devolverle a la vida. Claro, el poeta es consciente de sus limitaciones, su evocación de la amada quizás no pueda ir más allá del momento del encuentro, más allá del breve momento en que ambos, contrarios, sombra y luz, se reconcilian en la trascendencia de lo poético. Así en otro texto el poeta afirma:
“Breves son estos versos que te escribo
y caducos también.
Nunca podré escribir un poema tan largo
y tan eterno
como tu cuerpo sobre el mío.
Las palabras, el lenguaje, no son suficientes. La luz representada por el hecho amoroso, o dada por ese mismo hecho, es inasible, indecible, en el lenguaje de todos los días. Excepto en el lenguaje propio de la poesía. Camarillo significa el cuerpo de la amada como un ser inabarcable por el lenguaje, lenguaje que, sin embargo, debido a su luz, resuena en nuestros oídos mucho tiempo después de haberlo escuchado.
Baudelio Camarillo nació en Xicoténcatl, Tamaulipas, en 1959. Ha publicado los libros de poemas Espejos que se apagan (1989), La casa del poeta y otros poemas (1992), En memoria del reino (1994), y Poemas de agua dulce (2000). Entre los reconocimientos que ha recibido está el Premio de Poesía Aguascalientes en 1993 y el Premio Efraín Huerta en 2004 por La noche es el mar que nos separa.
3 comentarios:
Gran evento el que se avecina en Irapuato. Saludos.
MUI BUENO ESE POEMA
Hermosa poesía delicada y sensual
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