Hace un par de días visité la nueva edición de la feria de Irapuato, llamada "Expofresas 2010", en la que, contrario a lo que dice el nombre, lo que más abundan son los tacos al pastor, los perritos calientes, las habas enchiladas, los cacahuates salados y, claro, la cerveza, siempre presente en este tipo de eventos. Había decidido visitar el sitio después de un arduo día tirado en el sofá debido a un fuerte dolor de cabeza, me apetecía, pues, perder un poco de tiempo entre personas que harían todo lo posible por arrancarme unos billetes de mi desgastada cartera y, ¿por que no?, beber algunas chelas con los amigos.
Pero al llegar comencé a sentirme incómodo, primeramente, no había señalamientos claros de dónde podía aparcar el coche, ni siquiera las tarifas por tal servicio. Luego, el lugar estaba polvoriento y desorganizado, ¿a dónde ir primero y, sobre todo, dónde quedaban las cosas que queríamos ver? Ah, en cambio, qué buenos recuerdos poseo de las ediciones de mi niñez, incluso de mi adolescencia, en donde podía encontrar inmediatamente las novedades que aún no llegaban a Irapuato o mirar las emergentes estrellas del lugar hacer sus pininos en el Teatro del Pueblo; recuerdo, por ejemplo, que en una feria compré mi primera chamarra de cuero, cuando éstas estaban de moda, o haberme ilusionado con un batimóvil eléctrico para deslizarme por las polvosas calles de mi colonia, o también haber deseado un telefonillo de circuito cerrado para sentirme importante. También recuerdo haberme extraviado en una de aquellas ediciones de la feria a la edad de cuatro años y pasármela muy bien; recuerdo haber ido con la familia en el autobús de mi tío y al llegar, pues, a la feria y adquirir los boletos a tarifa normal, cosa mala para mí pues yo quería ir inmediatamente a los juegos, lo que representaba un costo especial por aquella época. Luego de entrar fuimos a mirar las novedades en ropa. Yo estaba muy fastidiado aquella noche, dicen siempre mis padres, porque quería ir los juegos, así que anduve dando vueltas por entre sus piernas, suplicando cumplieran mis caprichos, cuando de pronto miré al payasito de Ricolino y, cómo no, fui a saludarlo. Después de cumplido mi capricho, miré hacia atrás y no vi a nadie. No encontré a mi familia en el puesto de ropa, por lo que supuse habían ido a los juegos mecánicos, vaya, ¡todo mundo quiere ir a los juegos mecánicos! Fui, pues, a los juegos y no los encontré, merodeé entre los caballitos, la rueda de la fortuna, los carros chocones, los puestos de dulces y nada. Debí tener una cara de aflicción, creo, por no encontrarlos, como todo niño, o no, cuando un par de chicas me encontraron caminado entre los juegos. Ellas fueron las que cumplieron mi sueño. Aquella noche pude subir a la rueda de la fortuna, a los caballitos, al trenecito, a los avioncitos, entrar a la casa de los espejos, a la función de circo y no sé a dónde más, luego las chicas me compraron pistaches y un algodón de azúcar. En verdad estaba muy contento, ni siquiera me acordaba de mis familiares. Pero toda felicidad acaba: recuerdo a una de mis tías llorar cuando me encontró bajando de los caballitos. En aquél momento no supe bien porque lloraba mi tía, pero me alegré de verla y, claro, le presenté a mis nuevas amigas, al menos eso dice mi tía.
Al volver a mis recuerdos de infancia y compararlos con los de hace dos días puedo ver, por ejemplo, que en Expofresas 2010 no hay muchos niños, ni payasito ricolino ni circo ni señalamientos o un orden evidente de por dónde se debe o puede ir. Todo es caos en el nuevo recinto ferial. Tampoco, y no lo digo como una exaltación de mi niñez, hay las novedades de antaño. Se han esfumado la feria las grandes estrellas del palenque y los artistas del pueblo no figuran más en el, ajá, Teatro del Pueblo. En todo caso, no hay estampas entrañables en la actual edición de la feria de Irapuato. Ahora las novedades en ropa han sido suplantadas por las novedades del calzado por catálogo, los nuevos modelos de autos se encuentran en los grandes centros comerciales, y la tecnología, la verdad es la verdad, en casi todas la esquinas de mi barrio. Los productos, pues, que se pueden ver en la feria Expofresas son los mismos que se encuentran en la plaza del comercio popular: baratijas. Además, los costos por estacionamiento, por entrada al recinto ferial, e incluso por el acceso a los servicios sanitarios, que deberían ser gratuitos, son bastante elevados. ¿Para qué entonces asistir a la feria? Buena pregunta. Muy buena pregunta.
Todo lo anterior me lleva a plantear varias hipótesis del Porqué la decadencia de "Expofresas": la primera pudiera ser la recesión económica; la segunda, la deficiente organización del comité; la tercera, la lejanía del nuevo recinto ferial con respecto a la ciudad; y cabe una cuarta, el desprecio del gobierno por este tipo de eventos. Una cosa más, la descarada actitud populista del gobierno actual, o de siempre dirían otros, en lugar de utilizar el espacio para concretar oportunidades de negocio, o para un esparcimiento ordenado, decide traer bandas que de manera previsible desbordarán la logística del lugar. ¡Ah!, pero claro, 40 mil personas de a $40 pesos para un sólo día, no suena nada mal.
En fin, sólo digo lo que veo. Para los que gusten, las evidencias estarán hasta el 22 de Marzo, luego habremos de esperar un año, porque, seguro, las cosas seguirán igual, o peor, como me lo dice mi aterrada conciencia.
5 comentarios:
Definitivamente el texto es muy bueno, tiene toda crítica en su lugar, al estar leyendo crei estar escuchando el programa de Guillermo en "LA VIDA VA".
Saludos toño... bye
isra: lo que no sabes es que pronto estaré en su lugar.
Me gusta mucho tu blog. muy interesante y me hiciste recordar a Coatzacoalcos.
Comete unas enchiladas de mole dulce en Aguadulce.
Alcaro: Gracias. Ahora como enchiladas.
Tu relato nos hace ver la feria de tu niñez con una claridad casi fílmmica. Has logrado estampar toda su vida y su tiempo.
En cuanto a la crítica creo que es el signo de los tiempos: mediocritas. Ah! y dinero rápido.
Joaquin
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