Como una paloma en su madriguera de junio
o como una rata herida al borde del jardín
o como las calurosas tardes de verano,
un doloroso aroma se introduce
a mi habitación lacerada.
Ah, lo que mi corazón no puede ocultar.
en el callado hueco de las manos,
en esta quebrada hoja
de rígido invierno.
Todo se vuelve amarillo.
No hay escape hacia los parques.
No hay descanso
en el fúnebre silencio de las horas
de esta noche cóncava.
Todo lo que se oculta
en el ateridos color de los ojos
es sólo desgracia.
3 comentarios:
Triste y bello poema.
Un saludo
El más contundente de los textos que te haya leído.
Joaquín: gracias, por tus palabras.
LSZ: Gracias, estoy en permanente búsqueda de que esa contundencia.
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