¿Quién de nosotros
en sus días de ambición
no soñó el milagro de una prosa poética[...]?
Charles Baudelaire
La tarde se retiraba perezosamente de mi vista que ocupaba los minutos prófugos del sueño (que desea atraparlos a falta de mi protección), en ver lo que quizás ya habian visto, pero la discreta diosa de los ojos glaucos se ocultaba detrás de un borrachin. Apenas me habló, confirmé mi sospecha, era ella, la de los ojos de lechuza, ella me reveló las formas que no he palpado; en verdad misteriosas son las bocas por donde se derrama el tesoro.
Silencioso, conteniendo apenas la respiración (por no dejar escapar un suspiro y por reuir al golpe oloroso de un cuerpo golpeado por semanas de polvo, mugre, orines) escuché su revuelta conversación. La banca se separó de sus astillas cuando él, emancipándose de todo lo absurdo dijo una que otra palabra luminosa. Yo sólo asentí como se hace cuando el ladrón levanta la mano para emitir su juicio, ¡Toda gloria ha de tener ese instante!; uno es el mártir que se da a su causa y otro el que desgarra el momento como un juez.
Al cabo de un momento que duró lo que dura un ave en cambiar de nube, mi vidente amigo cambió su mirada, caminó unos pasos he iluminó a otro ignorante que paseaba cerca. ¡Profundos son los ojos de lechuza!
He de reconocer que esa tarde habría escrito (probablemente) lo mismo que mis dedos han sentido desde la partida de la barca pero la luz llega a nosotros por caminos torcidos que incluso aunque sean evidentes nos resistimos a verlos como el ave que tropieza en pleno vuelo con el cristal de la ventana.
3 comentarios:
Pues normalmente, yo entiendo todo mal, pero creo que tu intención era la de demostrarnos que la sabiduría la podemos obtener de quén menos te lo esperas y siempre debes estar abierto a las ideas de los demas.
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