Octavio Paz
J se da cuenta de que siempre estará solo. Sabe ahora mismo que algunos de su más cercanos le hablan sólo por un descarado interés. Lejos queda de su mirada la inocente verdad que inocente miraba. Ahora mira la podredumbre, el caos, las calles sucias y la resquebrajadura de los muros. Ahora mira con ojos cansinos al silencio que una vez más decidido lo circunda. Es increíble, piensa, que vuelva a padecer por absurdos motivos como el silencio. Esa razón lo tiene inquieto, le impide concentrarse, leer, escribir, ser el mismo. Sabe, incluso, o cree saber, que estará por siempre solo mientras la situación no mejore, mientras esas mismas circunstancias lo persigan, mientras él las persiga, y por eso le duelen los hechos. Está cansado y se cree un tonto. Tonto por creer en los mismos engaños, tonto por pensar todos los días en ella. Éstas líneas, por ejemplo, sólo revelan la ininterrumpida queja de un desmemoriado.