Uno
Ha pasado un año desde que llegué a esta ciudad. Mirando bien las cosas, nada es distinto. La primera impresión que tuve al volver fue desolada: el lugar me recibía con sus brazos más violentos, con una economía a la baja, con una decadencia ineludible. Pero en realidad, nada es distinto. Nada cambia en esta tierra yerma.
Dos
La historia de mi partida se puede resumir como la construcción de un sueño y su fracaso, el prometedor inicio de una actitud y su posterior negación tajante, en la misma negación de todo lo que me rodea y su lenta asimilación como una derrota silenciosa. Ahora me encuentro en un Tiempo nublado, cansado de esperar las peras del olmo. Mi lucha es una insensatez, mi resignación, también.
Tres
Es media noche y aunque suene a tópico no puedo dormir. Hace un año que volví de Madrid y aún recuerdo la ciudad constantemente: sus calles, sus plazas, sus noches en vela, junto a ella o sin ella, son aún vívidas en mis ojos. Toda ella es presencia, una escritura manchada de fresca tinta. La huelo en mi almohada. La siento en las borrosas líneas de mi mano izquierda. La sueño como un pájaro inmóvil en la cornisa de una habitación abandonada.
Cuatro
Volví con el deseo de renuncia a todo aquello que tanto costó edificar en los párpados, pero no pude. Una sensación de fracaso impregna el polvo de la calles. El peso de lo que me rodea es más fuerte que mi mirada. Pierdo el rumbo y trato de reconstruirlo con las ruinas de este valle. Sin embargo, la media noche anuncia que todo está perdido. Qué elegir entonces si no hay quién escuche. Qué elegir si los pájaros rumiantes han emigrados a otras ramas, qué elegir, si permanezco inmóvil sobre la alameda.
Cinco
Es media noche. Estuve con un par de amigos recordando viejas anécdotas de España, recordando viejos tópico de España. Pero, qué de aquello que deseé al volver. Qué de todo lo vivido. Qué de la húmeda escritura al abordar un avión en Barajas. España es una alucinación de mis manos y de todos mis sentidos.
Seis
LF me dice que constantemente me azoto al ser un obsesivo con mi pasado. Quizá tenga razón, quizá. Pero no hay cambio. No lo puede haber nunca. Pierdo noción de mis acciones conforme pasa el tiempo, pierdo solidez conforme rozan los segundos las huellas de mis dedos. Miro hacia la ventana y pienso en la meseta castellana, en el baldío que hubo detrás de los muros de la casa y que ahora es una edificación en ruinas. Miro metros más delante y veo una calle vacía, unas farolas, unas bancas, unos chopos y la calle de puentedeume reaparece, pero luego, pasados los segundos, al observar mejor las formas del cristal, todo se transfigura en perros hambrientos, en un par de ojos iracundos, en la sombra de un cadáver de domingo. Miro entonces a lo lejos, no hay nubes qué perseguir, no hay idilio. Sólo oscuridad y alaridos de media noche. Sí, sólo media noche.
Hace un año que volví. Hace un año.