28 de octubre de 2009

Calaverita

Uno

La flaca viene calaca
flaca viene la calaca
la calaca flaca viene
viene la calaca flaca
viene flaca la calaca

La calaca viene flaca
calaca viene la flaca
la flaca calaca viene
viene la flaca calaca
viene calaca la flaca

Dos

La flaca viene muerte
flaca viene la muerte
la muerte flaca viene
viene la muerte flaca
viene flaca la muerte

La muerte viene flaca
muerte viene la flaca
la flaca muerte viene
viene la flaca muerte
viene muerte la flaca

Tres

La flaca viene muerta
flaca viene la muerta
la muerta flaca viene
viene la muerta flaca
viene flaca la muerta

La muerta viene flaca
muerta viene la flaca
la flaca muerta viene
viene la flaca muerta
viene muerta la flaca

Cuatro

La flaca viene muerta
flaca viene la muerte
la muerta flaca viene
viene flaca la muerta
viene la muerte flaca

La muerte viene flaca
muerta viene la flaca
la flaca muerte viene
viene muerta la flaca
viene la flaca muerte

Versión melódica

La flaca viene calaca
calaca viene la flaca
flaca viene la calaca
la calaca viene flaca
viene flaca la calaca

viene la flaca calaca
la flaca calaca viene
viene la calaca flaca
la calaca flaca viene
viene calaca la flaca

27 de octubre de 2009

Political Incorrectness, de Luis Alberto de Cuenca

Sé buena, dime cosas incorrectas
desde el punto de vista político. Un ejemplo:
que eres rubia. Otro ejemplo: que Occidente
no te parece un monstruo de barbarie
dedicado a la sórdida tarea
de cargarse el planeta. Otro: que el multi-
culturalismo es un nuevo fascismo,
sólo que más hortera, o que disfrutas
pegando a un pedagogo o a un psicólogo,
o que el Mediterráneo te horroriza.
Dime cosas que lleven a la hoguera
directamente, dime atrocidades
que cuestionen verdades absolutas
como: "No creo en la igualdad". O dime
cosas terribles como que me quieres
a pesar de que no soy de tu sexo,
que me quieres del todo, con locura,
para siempre, como querían antes
las hembras de la Tierra.

Luis Alberto de Cuenca, Fiebre Alta, CONACULTA/Colección Práctica Mortal, México, 1999

15 de octubre de 2009

Un zorrito y un ruiseñor

Personajes:
Un zorro, un ruiseñor


Acto uno

Escena Uno

(Una plaza pública)

Ruiseñor: -¡Dios mío, ayúdame, Dios mío! ¡Estoy tiritando de frío! ¿Qué es la Poesía?

Zorro (escondido bajo un árbol): -Es una puta con pretensiones de diosa. Una ramera que pensó un conocido burdel el parnaso.

Ruiseñor: -¡Dios mío, qué oigo, Dios mío! ¿Por qué me castigas? A mí, que te he entregado mi dolor. Canta oh musa...

Zorro (interrumpiendo al ruiseñor): -Cierra el pico y déjate caer de la rama. Rema, rema y déjate caer. Llama la Poesía.

Ruiseñor (asombrado): -Oh, oh. Si todo poema es epitafio...

Zorro: -Sí, sí. Déjate caer. La Poesía espera. No escribas tu canto en el agua. Déjate caer. La Poesía está hambrienta.

(el ruiseñor se tambalea en su rama)

Zorro (exasperado): -¡Anda, déjate caer!

Ruiseñor: -No sé... no sé... Puedo escribir los versos...

Zorro (totalmente fastidiado): -¡No me importa si puedes poner en tus versos el oro de Golconda! ¡Déjate caer! ¡A mayor dolor, más poeta!

Ruiseñor (confuso): -¡Poeta! ¡Poeta!

(El zorro abre el hocico, el ruiseñor se deja caer, Paf!)

(Fin del primer y único acto)

14 de octubre de 2009

Soneto, de Juan Boscán

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste,
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste
en todo enteramente le alcanzaste;

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?
¿Por qué al subir a lo alto, que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras.

Que, o quisieras honrarme con tu lado,
o, al menos, de mí te despidieras,
o si esto no, después por mí tornaras.

Juan Boscán, La fuente, los destellos y la sombra: Antología de los siglos de oro, Alfaguara, México, 2002

10 de octubre de 2009

Salmo XVII, de Quevedo

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos, los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo, Poesía varia , Cátedra, Madrid, 2005

8 de octubre de 2009

Febrero 2, de Luis Luna

Me seduce la nieve que mi daño procura
la extensa superficie donde no hallo refugio
esta tersa cuchilla que desuella mi carne
y la ofrece al olvido.
Es así la blancura. Lastima en su pureza.

Luis Luna, Cuaderno del guardabosque, Amargod, Madrid, 2007