28 de julio de 2009

Movimiento, de Octavio Paz

Si tú eres la yegua de ámbar
------------yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primer nevada
------------yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
------------yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
------------yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
------------yo soy el cuchillo del sol
Si tú eres el altar de piedra
------------yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
------------yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
------------yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
------------yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
------------yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
------------yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
------------yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
------------yo soy el camino de sangre


Octavio Paz, El fuego de cada día, Seix-Barral, Barcelona, 1989

18 de julio de 2009

Así pasa. Nada que hacer.

Era un bonito panorama, pero no sé si me entenderán lo que quiero decir. Aunque por otra parte era también bastante deprimente porque uno no podía dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Me refiero a cuando ellas salieran del colegio y la universidad. La mayoría se casarían con cretinos, tipos de esos que se pasan el día hablando de cuántos kilómetros pueden sacarle a un litro de gasolina, tipos que se enfadan como niños cuando pierden al golf o a algún juego tan estúpido como el ping-pong, tipos mala gente de verdad, tipos que en su vida han leído un libro, tipos aburridos...

J.D. Salinger, El guardián entre el centeno, Alianza Editorial, Madrid, 2005

17 de julio de 2009

Entierro en el este, de Pablo Neruda

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselinas escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.

Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como un ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.

Pablo Neruda, Residencia en la Tierra, Ediciones Cátedra, Madrid, 2005

9 de julio de 2009

Hoja sin fecha

Lo mejor sería escribir los acontecimientos cotidianamente. Llevar un diario para comprenderlos. No dejar escapar los matices, los hechos menudos, aunque parezcan fruslerías, y sobre todo clasificarlos. Es preciso decir cómo veo esta mesa, la calle, la gente, mi paquete de tabaco, ya que es esto lo que ha cambiado. Es preciso determinar exactamente el alcance y la naturaleza de este cambio.

Jean-Paul Sartre; La Náusea; Editorial Época; México, 2006

4 de julio de 2009

Hay que poner las cosas en claro

Digo esto no sólo para explicarme[...] sino para declarar sobre mí mismo y ponerme, sin ruido, en el lugar que me corresponde: yo no soy un hombre "de pensamiento"; quiero decir de pensamiento especializadamente informado y provisto de método; mi única credencial, mejor o peor conseguida, es la de poeta.

Antonio Gamoneda; El cuerpo de los símbolos; Huerga y Fierro editores; Madrid, 1997; p. 9