15 de septiembre de 2007

Epitafio para un poeta

quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recodar
su mentirosa vida de verdades
Octavio Paz


Un poeta no sólo debe ser un cantante de la vida. William Stevens decía acerca de la poesía: "Cosechar poesía de la propia experiencia en el curso de la vida, es distinto de simplemente escribir poesía". La poesía no debería ser escrita desde el intelecto ni restringirse a los límites impuestos por la tradición o el gusto de una época. La verdadera poesía rebasa lo anecdótico, va más allá. Pero para acometer esta empresa es necesario tener una mente abierta, cultivar la razón para que con ella, y sólo a través de ella, se pueda reconocer la imagen súbita y integrarla. En poesía uno debe amarla como se ama a alguien. Un amor donde todo es significativo y la vida se entrega sin condición alguna. El propósito de la poesía es hacer que la vida misma se complete en la vitalidad de una sola imagen.
La poesía siempre se ha definido en el pueblo como una medida de purificación, para "desahogarse", es cierto, pero no enteramente. William Studdart anuncia en el hecho poético la presencia de resuellos y alaridos. La poesía mayormente trasmite una emoción. Una emoción que se decanta en el asombro, no en los quejidos monótonos del hombre, alaridos que solamente llevan a una filosofía basada en la búsqueda de una felicidad de aparador. La poesía es diferente a todo esto. La poesía incrementa el sentido de la vida, incrementa el sentido de la realidad.

1 de septiembre de 2007

Poesía hasta en el sueño














Duermo y pienso en un verso, en una imagen. Sigo buscando imágenes. No las mismas imágenes de siempre: un perro come en la mesa, un grupo de perros juegan al billar, un gato duerme, un hombre lee el último lenguaje de programación, un lenguaje de moda que pronto ha de morir.

Duermo y aparentemente estoy descansando. Sueño con la última supercomputadora, con los nuevos métodos de programación, con la nueva sociedad, el nuevo orden, con el pasado informe presidencial, con un par de frustraciones, con ella que vuelve con fuerza.

Duermo y de súbito la veo en el espejo. Me obsequia una imagen: al más osado. No soy el único a la mesa. No fui el único en el convite. Desataremos una guerra por la imagen. ¿Quién será nuestro juez? ¿Qué ofreceré para poseer la imagen, la única y vencedora imagen?

Duermo. Mis párpados se mueven con rapidez. Sueño y sin embargo me veo a mí mismo con los ojos cerrados queriendo forzar mi cerebro para descubrir las imágenes, el resultado de destrozarlo todo para comenzar de nuevo: tentación adánica.

Duermo. He repetido el mismo proceso toda mi vida. Ella es mi sueño. La beso, le acaricio los hombros, los pezones. Recorro los tirantes de su blusa y avanzo al abismo de su cuello.

Duermo. Sé que lo hago porque cuando abro mis ojos una sábana me envuelve, Una sábana a veces fría, a veces cálida, a veces distinta de la otra que tuve ayer frente a mí cuando cerré los ojos.